El que seduce, convence y el que obliga, espanta (y con daños colaterales
La ley de alquileres, termina perjudicando a quienes pretendían proteger, y hoy para el inquilino todo es más caro y burocrático. Si mido mis ahorros en dólares, ¿cuántos metros cuadrados compraba hace diez años y cuántos ahora con la misma cantidad de dinero?
Siempre entendí que hay sociedades que debaten en busca de cómo tener "éxito" y mejorar la calidad de vida de sus integrantes. Simplemente progresan. En cambio, hay otras sociedades que debaten solo para tener "razón". Y, simplemente, nunca logran avanzar.
Con el placer de recibirlos nuevamente en este espacio y motivado por una interesante reflexión de la economista Diana Mondino, les propongo debatir sobre el efecto "Cobra" en las decisiones, según un ejemplo de Anthony Davies (profesor de Economía en la Universidad de Duquesne) y James R. Harrigan (profesor de Filosofía en la Universidad de Arizona).
"Cada decisión humana trae consigo consecuencias no deseadas, efectos colaterales. Los seres humanos reaccionan a todas las normas, reglamentos y órdenes que imponen los gobiernos, y sus reacciones dan lugar a resultados que pueden ser muy diferentes a los que inicialmente pretendían los legisladores".
En la India colonial, la ciudad de Delhi tuvo una proliferación de cobras, un problema que necesitaba claramente una rápida solución, dado el tipo de cosas que las cobras traen consigo, como la muerte. Para reducir el número de cobras que se deslizaban por la ciudad, el gobierno local ofreció una recompensa a quienes las capturaran.
Esto parecía una solución perfectamente razonable. La recompensa era tan generosa que mucha gente se dedicó a la caza de cobras, lo que llevó exactamente al resultado deseado: la población de cobras disminuyó. Y ahí es donde las cosas se ponen interesantes.
A medida que la población de cobras disminuía y se hacía más difícil encontrar cobras en la ciudad, la gente se volvió más bien emprendedora. Comenzaron a criar cobras en sus casas, que luego mataban para recibir la recompensa. Esto condujo a un nuevo problema: las autoridades locales se dieron cuenta de que había muy pocas cobras visibles en la ciudad, pero aun así, se pagaban más montos por recompensa que antes.
Los funcionarios hicieron algo razonable: cancelaron la recompensa. En respuesta, las personas que criaban cobras en sus casas también hicieron algo razonable: liberaron a todas sus cobras, ahora sin valor, y las cobras salieron de nuevo a las calles. ¿Quién quiere cobras en sus casas?
Al final, Delhi tuvo un mayor problema con las cobras después de la recompensa que antes de la recompensa. La consecuencia involuntaria del plan de erradicación fue que hubo más cobras en las calles. Esta historia sirve como ejemplo para demostrar que, a veces, por resolver un problema se termina exacerbándolo.
Ya lo decía Milton Friedman: "Uno de los grandes errores es juzgar las políticas y programas por sus intenciones más que por sus resultados".
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La ley de alquileres, ¿logró bajar el costo del alquiler de una vivienda?, ¿hizo más prácticos los trámites? Los resultados están a la vista: termina perjudicando a quienes pretendían proteger, y hoy para el inquilino todo es más caro y burocrático.
La ley del teletrabajo, ¿da más inclusión laboral a los que están fuera del sistema?, ¿logra modernizar el régimen laboral? Los resultados están a la vista: solo protege al que ya está dentro del sistema y excluye más aún a los que necesitan trabajo. Ganan los países vecinos, que seguramente van a atraer más capital argentino para dar trabajo a sus ciudadanos.
La ley de góndolas, ¿aumenta la oferta de productos a precios más accesibles? Los resultados están a la vista: genera más concentración de marcas y menos competencia, y los consumidores tienen que pagar un precio mayor por los productos (si tienen la suerte de conseguirlos).
La mayor presión impositiva, ¿aumenta la recaudación? Los resultados están a la vista: solo incrementa la economía informal, con lo cual baja la recaudación y sube el déficit fiscal. Además, tenemos una moratoria cada año, y eso incentiva al ciudadano a no ser un buen contribuyente.
El impuesto a la renta financiera, ¿ayuda a potenciar al ahorro interno? Los resultados están a la vista: desde su implementación se extranjerizó el mercado, y hay que poner trabas hasta para comprar US$200, que equivalen a dos entradas para ver un buen espectáculo deportivo.
Los controles a las importaciones, ¿aumentan la producción nacional? Solo aumentan el contrabando y ganan los que no merecen ganar.
Los cepos a la compra de dólares, ¿frenan su demanda? Solo crean un mercado informal paralelo y de nuevo ganan los que no merecen ganar.
El techo a la tasa de interés, ¿baja el costo de financiamiento? Solo fomenta una caída en el pago a los ahorristas, que se ven incentivados a retirar el dinero, dejando menos recursos para prestar.
Moraleja: Los excesos en los controles no son otra cosa que un plus que tienen que pagar los formales. Y ese plus lo reciben los informales, bajo el nombre de blue, coima, comisión por gestión. Es paradójico que se lo llame "equidad" o "redistribución".
Prefiero detenerme con los ejemplos, porque ya me estoy deprimiendo y empiezo a mirar con cariño al otro lado del Río de la Plata. Paso a ocuparme de otros dos efectos colaterales o efectos cobra de confundir patrimonio con poder de compra y meritocracia con desigualdad.
En el primer caso, hay que entender que más patrimonio no significa mayor poder de compra. A esta altura del año, cuando uno termina de presentar la declaración de Bienes Personales, puede comparar sus activos y el rendimiento que tuvieron en el tiempo. Uno puede sacar una cuenta real del poder de ahorro individual y ver si realmente el patrimonio está siendo remunerado a una tasa acorde a los riesgos asumidos.
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Si hace 10 años usted tenía u$s 10.000 de patrimonio y hoy tiene u$s 12.000, para el fisco usted ganó, pero la verdad es que usted tiene mucho menos poder de compra. Con u$s 12.000, hoy compra mucho menos bienes que con u$s 10.000 hace 10 años.
Si mido mis ahorros en dólares, el rendimiento es positivo, pero muy bajo en función de los "nervios" generados por el riesgo asumido. ¿Cuántos metros cuadrados compraba hace diez años y cuántos ahora con la misma cantidad de dinero? Ya sería una tragedia si comparásemos la evolución de nuestro patrimonio con el valor de empresas como Mercado Libre, Amazon o Apple (pediríamos un subsidio por empobrecimiento relativo acelerado).
China es el país que más reservas en dólares tiene en el mundo, más de 3,2 billones, que, para no marearlos con la cantidad de ceros, es algo así como 8 veces más reservas en dólares que las de Estados Unidos y 75 veces más de las que tenemos en la Argentina.
El Dow Jones está en su máximo histórico; sin embargo, China con sus reservas puede, a los precios de hoy, comprar Exxon, más Chevron, más Ford y General Motors, además de General Electric, Coca Cola, Walmart, MacDonald's, y, para terminar de humillar, también Bank of America y el Citibank. Y, como vuelto en supermercado chino, se lleva YPF también. Moraleja: no confundir patrimonio con poder de compra.
En cuanto a la segunda confusión, castigar la meritocracia es castigar el progreso. Y sin progreso todos vivimos peor. No vamos a mejorar la calidad de vida limitando el conocimiento o el teletrabajo por miedo a la desigualdad. Desalentar la innovación o el emprendimiento termina castigando más al usuario o al consumidor que al emprendedor, que tiene la posibilidad de tomar sus cosas e irse con sus ideas a otro lugar, donde se sienta valorado.
Acaso, ¿no aprendimos que la mayor flota de taxis no es propietaria de ningún taxi (Uber), que la mayor cadena de hoteles no es propietaria de ninguno (Booking), que la compañía que más vuelos vende no tiene ningún avión (Despegar), que la empresa que más comercia no produce nada (Amazon), que la página que más visitas tiene en busca de información, no produce ninguna (Google)?
En el mundo de hoy, la riqueza se genera en la nube. ¿Todavía alguien cree que la riqueza es la tierra y no el que innova en ella? ¿Todavía alguien cree que somos dignos porque el Estado se ocupa de todos, sin meritocracia?
La meritocracia es la fuente de inspiración del progreso, aunque a veces dé vértigo que las redes controlen todo lo que hacemos, con el tiempo vamos aprendiendo que Google Maps o Waze nos simplifican la vida, que en el celular tengamos más herramientas útiles que en una lista de casamiento de 20 años atrás: correo, chat, Instagram, Tik Tok, diarios, Youtube, películas, despertador, música, cotizaciones online, tiempo online, WhatsApp, Skype. Podemos ver con quien estamos hablando, algo que en la película "Volver al Futuro" era ciencia ficción.
La tecnología facilita la vida, hace ganar tiempo (que es lo más escaso que todos tenemos). No viene a destruir empleo, sino a cambiarlo. Si lo puede hacer una máquina creada por un ser humano (y, además, genera mucho empleo), ¿por qué esclavizar a un ser humano a trabajar 18 horas por día para hacer siempre lo mismo?
Dignifica el trabajo que nos hace sentir que hacemos algo útil para la sociedad. La búsqueda del mérito ayuda, motiva, moviliza y limitarla solo provoca otro efecto "cobra"
Dejo la conclusión de esta nota a pensadores que trascendieron en la historia. "Usted no puede formar el carácter y el valor del hombre quitándole su independencia (libertad) e iniciativa. Usted no puede ayudar a los hombres permanentemente, realizando por ellos lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos". Abraham Lincoln.
"Ningún dirigente puede amasar una gran fortuna sin hacer harina a los demás". Manolito, de Mafalda (Quino).